¡La Antártida no tiene roedores!

De las veces en que te pienso y te quiero escribir. Me descienden los ojos y me olvido de todo. Piso mundos... este mundo  que se me divide en dos. Entre el infierno y el cielo me siento. Caminante de tu calor y tu frío. Pues  estados de materia los he pasado en tu  presencia. De líquido soy,  pues en líquido me pones. De sólido a gaseoso. Lo que somos tú y yo, partes del viento y parte del cielo .

¡Atención! Mujer sin ojos está viendo al amor de su vida. ¡Peligro! Hombre sin manos le ha tocado el sexo regozantemente húmedo. Correr con fuerza, éstos han ido más allá. Escapar, aquí  va a incendiar.

Hemos de desvivirnos hasta que se nos hinchen las arterias de tanto querer. Asimismo la piel nos forme hongos con el sudor de tanto deseo y te has de enramar a mí, a todas la extensiones de mi cuerpo. Hemos de echar un sólo fruto y te he de adorar. Así me has de amar y yo te he de odiar por querer amarte más.

Después de tu mirada no pretendo nada más y entiendo, no me enamoré  cuando lo dije.  Sino hasta tú y tú, cuando me establecí en mi hogar, tu cuerpo.  Me quedé con el corazón en tus labios y alteramos manecillas. Con la palma en tu cintura. Me creé un universo. De infinitas secuencias. Ya no hay lugar sin ti. No hay espacio en mí donde no cuelgue tus ojos.