Me gustas porque eres libre y por como agachas la cabeza para alzar la oreja. Me gustas por haberme enseñado el camino a objetos perdidos. Porque, desde entonces, he decidido dejar mi corazón en manos de alguien más. Las tuyas, claro. Me gustas, sobre unas cuentas cosas, por llamarme aunque yo no diga nada. Me gustas porque he querido llevarte al mejor lugar, pero, ¿sabes?, el peor es el mejor contigo. Porque te gustan mis tennis desgastados y porque apilaríamos muchos libros junto a la cama. También porque cuando patinamos, con el pretexto de que tomes mi mano, no me doy cuenta de nada. Hasta que nos callamos y sé que vamos muy rápido, pero tú no dices nada. Me gustas porque permaneces a mi lado aunque sepas que podemos resbalar. ¡Oh! casi lo olvido, también porque me haces sentir muy joven...como los niños que se cuelgan de los carruseles.